Páginas

15.12.10

Parálisis de mano

Al señor de Puno que atendí hoy

Viajo en tus ojos, en las lágrimas que no quieren salir pero que mojan mi escritorio
Quiero alcanzarte papel y mi mano está pegada al mouse, no la puedo despegar.
Como no me puedo despegar de ti, de tu piel bronceada, de tu tristeza
De tu tristeza que durará lo que dura un ciclo total.

Yo lo puedo manejar, me repito, y me parto por dentro una vez más.
Historias de muertos, desaparecidos, desplazados, torturados, violados...
Oyeme, Lucía, del 80 al 2000 ah! Estate atenta, ¡despierta!

Ya es hora de refrigerio, me doy cuenta cuando te vas. En realidad, te atendí en hora de refrigerio, verás.

2 comentarios:

Fiorella dijo...

Alguna vez le pregunte a Machi si las 'capacitaban' para escuchar los testimonios -como si fuera cuestión de blindarse u obtener 'capacidad de algo'-. Entiendo que no se puede manejar como dices Lu, he leído, y escuchado relatos -uno muy cercano- y no, no hay forma de no arrugarse por dentro. Es así. No existen ese tipo de escudos - y felizmente-. Este "me gusta" es mío, esta vez con nombre.

luciaunarcoiris dijo...

Me encantó la parte de "No existen ese tipo de escudos - y felizmente-" Sobre todo el "y felizmente", eso nos hace sentir, que aunque (por ejemplo, a lo largo de la carrera) nos hayan enseñado muchas técnicas y blablabla, seguimos conmoviéndonos ante estas miradas. Algo así, no sé. Pero de veras doy gracias a las señoras (víctimas o familiares de.) que me regalan fruta también (¿?)