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24.11.20

Los intocables

A menos que leas esto, nunca podrás saber lo que ocurrió: unos completos desconocidos nos salvaron, ahora que lo pienso hoy. Le pregunto si sucede algo, intuyo que sucede algo malo. Él no responde. De pronto, voltea la cabeza, saca el arma y yo sólo puedo gritar. El primer disparo desata el caos. Todo se ha desordenado: aparecen hombres que nunca vi, todos armados. Él ha soltado el coche, tú estás por caer y las piernas no me responden. Mis brazos se cuelgan de este desconocido en medio del infierno desatado. Pero es imposible: para él, ya no existimos. De las paredes, cual hologramas, salen más hombres. No logro saber cuántos son, quiénes son, tampoco si hay dos o tres bandos. Mis ojos vuelven rápido a ti, tan pequeñito ahí. Tú, que no tienes idea de lo que ocurre, que no tienes idea que la vida puede acabar en 5 segundos. Intento bajar corriendo las escaleras, pero caigo de inmediato: soy una inútil andando. De pronto, el coche no suena más, por un segundo pienso que es el final y el corazón no me da más. Basta subir la vista para ver que el pie de otro hombre -ya son tantos, que todo se me ha combinado- ha servido de escudo, que el pie de otro hombre ha impedido el fin del mundo. Las balas terminaron, suena música por fin.


Decir que era una de tus películas favoritas. Decir que ya no te veré más. En el comedor, en el barrio, con tus lentes de sol; y entiendo de quien aprendí a sentirme en una película. Decir que escribí este texto hace unos meses, que jamás pensé en enseñártelo y que hubiera sido más bien la idea perfecta para un año no perfecto, pero sí significativo. Ahora que no estás. Que no llegarás a la actuación del colegio, que no le creeré a nadie más que a ti el luchar contra tiburones en altamar. Ya no estarás tampoco en las ausencias que empezamos a crear. Ya no te escucharé hablar ni de Italia, ni de política, ni de las dolencias que crecieron tan rápido. Porque hoy vuelvo a tener 9 años y me calmas pasando tu mano por mi cabeza. Porque hoy vuelvo a tener 19 años y caminamos divertidos por Miami. Porque ya te había inmortalizado antes, cuando la abuela volvía del más allá a molestarte. Por un segundo sentí culpa de ese cuento estúpido que escribí hace años. Pero luego pienso que la vida es una tontería bonita y un poco idiota, pero no ese cuento. Pero no el amor que siento.

Te has ido. Pero el corazón se abrigó, y abrigó este veintitres tranquilo. Las balas terminaron, suena música por fin.

30.9.20

Despegar

1. 

No sé cuántos días han pasado. La monotonía, blanca y limpia, llegó a mi vida.  No es tan mala. Al fin y al cabo, han detenido, como un tren nunca lo haría, los cambios externos, el día ajetreado, el micro lleno. Aquí, encerrada, el tiempo tiene brazos largos, o quizás no existe y yo lo invento. Aquí, sueño y vuelo, con los ojos cerrados y abiertos. Con los ojos cerrados, vuelvo a la Tierra y todo es caos, tristeza. Con los ojos abiertos, hago alcanzar la comida y todos los días es un reto. Al anochecer, caen silencios en el piso de la nave, ellos agradecen siempre y retiran la batería alcalina de mis rodillas.


2.

Se pierde el miedo, al menos por pocos segundos. Se voltea la cabeza lentamente a la derecha, el brazo es una extensión, efectivamente. Se estira, va por encimita del agua. No hay nadie ya a quien temer. Nadie que se proponga ahogarme. Pero igual volteo a ver. El recuerdo intacto de descansar en el mar. Las luces bajitas del cuarto. La sábana reemplaza al océano. El cohete despegando desde la orilla. Por fin me recuesto a su lado y mis manos ya han cantado.


3

Soy la energía del rap en el desayuno. Ya decía la furia y la alegría. Ya decían Faulkner y Shakespeare el sonido y la furia, tal vez. Soy la inmovilidad, pero la explosión y el desorden, también. Soy tanto en un metro sesenta. No alcanzo a nombrarme. Soy contradicción con explicación. Una dedicatoria en un viejo libro. Un cuento o dos de otro aún no escrito. Una anécdota de cerveza y llantos, de derrotas y cosas interesantes escritas en una revista extranjera. Soy desempolvar un librito antiguo y oh, encontrar y empezar a nombrar.


4.

Todo lo que sigue

hay tanto que sigue.


10.8.20

Cuando todo pase o no.

Me gustaría que un chico con manos grandes y cabello corto me encuentre en la orilla mientras leo un libro divertido

Se acerque y me diga qué lees y yo responda una historia sobre una chica que se ahoga

Que él no piense que estoy loca sólo que soy un poco extraña

Pero nunca quise ser extraña. Quizás eso me hace serlo

Un chico que no se harte de mis pensamientos. Al menos no más que yo

Que sea capaz de cocinar y se dé cuenta de todos los errores que cometo en la cocina y me abrace como un día me abrazó el director de cine al darse cuenta que el microondas estaba desconectado y yo me había molestado conmigo en vano y con el microondas por creerlo viejo e inútil eres un desastre y ya el abrazo

Que no le asusten mis ideas depresivas ni tampoco las manías desorbitadas

Que no piense que soy superficial porque me gusta bailar reggaetón en la ducha. O que lo piense pero no se vaya

Me gustaría que me toque la cara con sus dos manos y no diga nada y yo no decir nada

Que no se moleste cada vez que pregunto cómo funciona el amor y los antivirus y su fecha de expiración 

Que no se moleste cada vez que cite como estúpida una frase de un libro de una canción de una película 

Que me quiera más cuando yo no sepa hacerlo o cuando me largue a llorar y piense que el mundo está mal

Que se parezca y no se parezca a todos los chicos que me han tomado de la cintura y de la mano y del cabello

Que celebre mi falta de empatía cuando me burlo de la gente a escondidas y luego me regañe y me diga "está bien" por un rato y ponga una mano en mi rodilla y luego ponga seinfeld en la laptop

Que celebre todos mis cumpleaños y no se aburra de los regalos que le hago

Preferiría un chico que me tome fotos que piense que son profesionales cuando en verdad no lo son pero no importa si no sabe

Que me sirva más cerveza cuando se me acabe y comamos de un solo plato a veces eso es muy íntimo pienso recuerdo y a veces me gusta

Que se acuerde que nos conocimos cuando sentía que el mundo acabaría pronto para mí en esta loca ciudad que recuerde que el libro hablaba de la muerte y que era divertido y que él se rió aunque nunca sepamos si de verdad se rió

23.7.20

"Yo ya era humana pero me convierto en una artesana cuando me despierto"




Me encanta esta canción. Cada partecita de la letra y la música y las voces.

Se vuelve tantas cosas. Se vuelve los hospitales, los veinte, el arco iris, la playa, los escritos, las madrugadas, la ranita en los libros y en mi tobillo.

Los subi-baja que no desaparecen.
La fiesta que es siempre y nunca.
La felicidad fugaz.
Permanente.

18.6.20

felizmente no tengo nada en la cabeza*


Estoy junto a Ida Hegazi, Sylvia Plath, Alejandra Pizarnik, Margarita García, Dolly Alderton, Blanca Varela, y busco más, y voy a descubrir más.

Todas estamos sentadas en muebles coloridos que acabo de traer a casa. Al lado, un balcón con 2 plantas, una mesita, un cenicero con un cigarro a medias y la vista al mar. La playa no podía faltar.

Les he servido diferentes tragos. Blanca ha elegido vino, Dolly cerveza, Sylvia vodka, así todas. Les doy espacio. Salgo al balcón a terminar el cigarro que dejé por ir a contestar su llamada. Todas hablan mucho entre ellas. Así me voy reconociendo, claro, cada vez más. Ellas aquí hablan mucho. Yo también. Y pienso: con las personas que me siento cómoda suelo hablar mucho, cosas que no importan y también cosas que creo importantes. Y dejo de pensar.

Desde el balcón veo el mar, las veo a ellas, me veo a mí sin necesidad de espejo.

Me paro al frente y recuerdo cómo en Alemania también me paré al frente, y luego de hacer un par de tonterías, me conecté a la tierra, sin necesidad de artificios, sin necesidad de mantras, sólo con mi voz y con mis sueños. Recuerdo el café previo, los amigos filmando, la manta mostaza que me abrigaba, la trenza en la cabeza, la silla donde tome vuelo, donde saque la lengua. Adoro esa foto. Gesto que quedaría.

Vuelvo a ellas. Ida: en Cusco, cuando intenté encontrarme antes de mis 30, me di cuenta de la estupidez que era hacer eso, pero más bien los encontré a ustedes. Lo entendí un poco más a él, que no ha muerto, que no quiero que muera jamás, pero cómo decirlo, el perdón que dijimos tantas veces, el amor que hicimos tantas más. Sylvia: me acompañas. Al iniciar esta cuarentena imaginé la misma escena, pero solas tú y yo. Me cuentas lo que te ha pasado. Y entiendo un poco lo que decidiste y cómo lo decidiste. No es una decisión fácil, pero aquí estás de nuevo. Nunca te vas, nunca te irás. Alejandra: te envidio porque Julio es tan lindo y sé que él no te enseñó a llorar, creo que nosotras siempre enseñamos más. Un huracán y la convulsión. ¿Dejaremos de ser una convulsión? Margarita: me has regalado a Catalina y sé que vendrán más. Él siempre se queja de mi primera persona, pero no encuentro otra forma. Mi papá también tiene secretos, entre números y enseñanzas que nunca logro escuchar. Me haces descubrir que no están mal mis sentimientos, yo tampoco he aprendido a cambiar los recuerdos. Dolly: los veinte siempre han de ser difíciles. Quién soy yo para enseñar nada. Quiénes somos para enseñar, me pongo a pensar. Y con Fiorella, recuerdo, decíamos que no sabíamos si aprenderíamos pero tendríamos más que contar, eso estaba escrito. Pero, Dolly, te leo estas noches, entre las clases y el trabajo que postergo, te leo y a veces pienso, pero más siento. Y ya me debo dejar de toda esta majadería que llevo a cuestas.

Blanca: no puedo entender mi ausencia y tu falta. Porque la mía es casi imaginaria, y la tuya tan real. Por eso no entiendo cómo me atrevo a dejarlas aquí, al costadito mío. No te podría decir más que sólo tengo unas pocas ideas equivocadas por cierto y una memoria sin tiempo ni lugar.*

Por fin, me paro al frente, me conecto a la tierra, ahora mis manos tiemblan. Ustedes sonríen del tremendo atrevimiento mio y me pasan una cerveza.


7.6.20

nuevas formas de aprender

Olor a menta, lejos
olor a lentejas de esta cuarentena
de los almuerzos a la 1
ya también de los besos a las 2
ya no estoy allá
tampoco aquí
simplemente respiro
afuera del edificio
a lo alto un Volkswagen celeste
vuela
y cae sobre mí
entonces luego lo vi todo desde arriba
es la perspectiva me repito y se desvanece

[las cosas concretas
llega un niño
llega otro
y luego otro
los miro y pienso
qué suerte estar aquí
pero luego todo es catástrofe y ya no pienso en mi suerte
sino en la que no tienen ellos acá
ya no los recuerdo más
quiero caminar por horas
tomarlos de la mano
descansar cada tanto
mirar los animales, las montañas
en el colegio no hay nadie
la puerta cerrada]

La música se anuncia
lo intermitente
no somos comunes
más bien corrientes
hemos renacido con cada play
hemos disfrazado los silencios
la capacidad de ser todos
de ser nadie
un bicho amarillo vuela cerca
ya no se desvanece
ya no lo veo celeste


1.5.20

Ejercicios


Betty Blue: The Look of Love

1
Te dije que sí, sin más.
Tenía ese brillo en la mirada,
en los pies.
El brillo en los pies te da liviandad,
una simpleza de vida,
una forma de caminar diciéndole al mundo es mejor quedarse acá,
eres el mejor mundo posible.

2
El bar favorito donde nos besamos.
Regresé del baño y nos besamos.
La repetición fue extraña, ya no sonaron fuegos artificiales,
no se quemaron los focos del bar,
no salieron destellos de los vasos,
no, ellos ya no cantaron más.

3
Re-formular mis opiniones.
Esas discusiones en tu carro me hacían detenerme
Pensar –a veces furiosamente
(dejar de peinarme furiosamente)
A veces
me quedaba sin argumentos y te admiraba por hacer eso.
Contigo nada era sencillo
estar enamorada de ti, sí.

4
Cuando estés lista puedes irte, recuerdo que la oí.



[imagen de la película "Betty Blue" 😝 ]

5.4.20

Cosas (que a veces) me ponen mejor*



  • El verano
  • Los jardines y las casas grandes
  • El rap y el jazz
  • El sol
  • La playa. Mejor si es la favorita
  • El agua florida
  • Mi sueño recurrente
  • Las películas de Woody Allen
  • Mirar mis películas favoritas
  • Leer mis libros favoritos
  • Cortázar, Adolph y Zambra
  • El psicoanálisis
  • El amor de la gente cercana
  • How I met your mother y That`70s show
  • Las luces de navidad reflejadas en mis piernas cuando estoy echada en el sillón
  • Los fuegos artificiales
  • Las canciones de este señor, definitivamente
  • Las lluvias de verano
  • Mover los hombros mientras tipeo esto
  • Y un largo y bonito etcétera
*intentando (malamente) copiar un subtítulo de un libro hermoso de Matt Haig.

27.3.20

Los treinta años de edad


Hola Sylvia
cumpliste treinta y te mataste
yo lo leo a él que te nombra mucho, que te pone no como ejemplo pero sí como ejemplo
yo te leo a ti en este encierro que es una liberación
he cumplido treinta y no lo he pensado
he cumplido treinta y no lo he logrado
he logrado tanto y la vez nada
mi desorden tiene un nombre
en los sesenta tú no tuviste suerte ¿sería suerte?

Sylvia, yo te llevaría a caminar, no hoy porque no podemos salir
allá afuera hay algo muchísimo más grande que nuestros sentimientos que nuestros pensamientos
es un virus, no lo vemos, pero está allí y es peligroso
no nos arriesgaría. Más bien esperaríamos dentro de casa. Te prepararía el café instantáneo que me hago a diario y conversaríamos de los treinta años que sumarían ya sesenta entre las dos

Me quejaría contigo de la vida porque es lo que suelo hacer muy bien
tú no te quejarías
más bien sonreirías
en un país lejos del tuyo, con una completa desconocida
ya no me voy a quejar, te mentiría y tú sonreirías una vez más
qué pequeñas somos en el vasto universo pensaríamos las dos

que acabe la cuarentena y te iré a buscar.

12.3.20

Acomodar el corazón alrededor de un plato

Annie, mil veces te lo repetimos. Y ya no importa si con cada caída reinicias. Le damos un check al viento que pasa suavecito por la avenida. Sólo por esta vez no reniegas de cómo te levanta el vestido a las 6 de la tarde. El viento. Más bien te dice bajito lo mutuo siempre será primero. Y llegas a casa y lo aplicas en silencio, aún más bajito que el viento. Y odias un poco esa palabra. Y te sientes otro poco estupida. Pero luego ya no. Piensas en ella, en él, en ellos. Piensas en los jardines que se perdieron. En las casas grandes que son tus favoritas. Y deseas con todas tus fuerzas amanecer recordándola más a ella y a la ponciana que cuidaba. Y cierras los ojos fuerte, para ayudar mágicamente a los deseos, mientras ves más bien sus manos tus manos quitándole el corazón a cada diente del choclo. Los acomodas alrededor del plato limpio muy limpio y te duermes en su regazo.