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23.11.15

Escena veintitres


peinarse todas las mañanas
hay que peinarse todas las mañanas
ir contra las legañas
las pistas mojadas, el verano lejano
y las mandalas
no me salvarán
pero es como peinarse y no dar vuelta atrás

la magia nunca se va
hoy veintitresdenoviembre
hoy vuelvo a ser adolescente
como nunca, como siempre
se crece y duele
se crece y se hacen posibles muchas cosas
se hacen cercanas y el miedo se asoma
es la vida metiéndose de a poquitos
por la punta de los pies

son las piedritas del mar de Cantolao
esas piedritas del puerto circular
que golpean las piernas
que queman las piernas
inmortalizar las olas
en una escena de vida y muerte



29.1.15

Piedritas

Los relatos se cruzan, aparece Bukowski, aparece Adolph, los degenerados más apasionantes, Martín Adán tiende una sábana blanca que ordena y desordena todo. Las letras colapsaron en esta relación. Más bien, la imagen, el sueño de ayer, la alucinación de entrar desnuda a un baño, a dos. No hay misterios, ya no importa debatir ni marchar, importa el aire que pasa entre mi dedos, importa la resequedad de mi boca, importa irse a dormir a las 4 de la mañana, acordarse del drogadicto y su preocupación por mí. Uno nunca se recupera. Los intelectuales han vuelto, y el vigilante sigue jugando con la silla de ruedas.

Importa cómo duermes, cómo vas a dormir.
Las sobras del día anterior.
En enero aparecen ellos, en el patio.
Tiran piedras en la ventana, y yo despierto.