Annie, mil veces te lo repetimos. Y ya no importa si con cada caída reinicias. Le damos un check al viento que pasa suavecito por la avenida. Sólo por esta vez no reniegas de cómo te levanta el vestido a las 6 de la tarde. El viento. Más bien te dice bajito lo mutuo siempre será primero. Y llegas a casa y lo aplicas en silencio, aún más bajito que el viento. Y odias un poco esa palabra. Y te sientes otro poco estupida. Pero luego ya no. Piensas en ella, en él, en ellos. Piensas en los jardines que se perdieron. En las casas grandes que son tus favoritas. Y deseas con todas tus fuerzas amanecer recordándola más a ella y a la ponciana que cuidaba. Y cierras los ojos fuerte, para ayudar mágicamente a los deseos, mientras ves más bien sus manos tus manos quitándole el corazón a cada diente del choclo. Los acomodas alrededor del plato limpio muy limpio y te duermes en su regazo.
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