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18.6.20

felizmente no tengo nada en la cabeza*


Estoy junto a Ida Hegazi, Sylvia Plath, Alejandra Pizarnik, Margarita García, Dolly Alderton, Blanca Varela, y busco más, y voy a descubrir más.

Todas estamos sentadas en muebles coloridos que acabo de traer a casa. Al lado, un balcón con 2 plantas, una mesita, un cenicero con un cigarro a medias y la vista al mar. La playa no podía faltar.

Les he servido diferentes tragos. Blanca ha elegido vino, Dolly cerveza, Sylvia vodka, así todas. Les doy espacio. Salgo al balcón a terminar el cigarro que dejé por ir a contestar su llamada. Todas hablan mucho entre ellas. Así me voy reconociendo, claro, cada vez más. Ellas aquí hablan mucho. Yo también. Y pienso: con las personas que me siento cómoda suelo hablar mucho, cosas que no importan y también cosas que creo importantes. Y dejo de pensar.

Desde el balcón veo el mar, las veo a ellas, me veo a mí sin necesidad de espejo.

Me paro al frente y recuerdo cómo en Alemania también me paré al frente, y luego de hacer un par de tonterías, me conecté a la tierra, sin necesidad de artificios, sin necesidad de mantras, sólo con mi voz y con mis sueños. Recuerdo el café previo, los amigos filmando, la manta mostaza que me abrigaba, la trenza en la cabeza, la silla donde tome vuelo, donde saque la lengua. Adoro esa foto. Gesto que quedaría.

Vuelvo a ellas. Ida: en Cusco, cuando intenté encontrarme antes de mis 30, me di cuenta de la estupidez que era hacer eso, pero más bien los encontré a ustedes. Lo entendí un poco más a él, que no ha muerto, que no quiero que muera jamás, pero cómo decirlo, el perdón que dijimos tantas veces, el amor que hicimos tantas más. Sylvia: me acompañas. Al iniciar esta cuarentena imaginé la misma escena, pero solas tú y yo. Me cuentas lo que te ha pasado. Y entiendo un poco lo que decidiste y cómo lo decidiste. No es una decisión fácil, pero aquí estás de nuevo. Nunca te vas, nunca te irás. Alejandra: te envidio porque Julio es tan lindo y sé que él no te enseñó a llorar, creo que nosotras siempre enseñamos más. Un huracán y la convulsión. ¿Dejaremos de ser una convulsión? Margarita: me has regalado a Catalina y sé que vendrán más. Él siempre se queja de mi primera persona, pero no encuentro otra forma. Mi papá también tiene secretos, entre números y enseñanzas que nunca logro escuchar. Me haces descubrir que no están mal mis sentimientos, yo tampoco he aprendido a cambiar los recuerdos. Dolly: los veinte siempre han de ser difíciles. Quién soy yo para enseñar nada. Quiénes somos para enseñar, me pongo a pensar. Y con Fiorella, recuerdo, decíamos que no sabíamos si aprenderíamos pero tendríamos más que contar, eso estaba escrito. Pero, Dolly, te leo estas noches, entre las clases y el trabajo que postergo, te leo y a veces pienso, pero más siento. Y ya me debo dejar de toda esta majadería que llevo a cuestas.

Blanca: no puedo entender mi ausencia y tu falta. Porque la mía es casi imaginaria, y la tuya tan real. Por eso no entiendo cómo me atrevo a dejarlas aquí, al costadito mío. No te podría decir más que sólo tengo unas pocas ideas equivocadas por cierto y una memoria sin tiempo ni lugar.*

Por fin, me paro al frente, me conecto a la tierra, ahora mis manos tiemblan. Ustedes sonríen del tremendo atrevimiento mio y me pasan una cerveza.


2 comentarios:

Gustavo Aguilar Alterno Espiraaaal dijo...

Hola, muy lindo tu post amiga, saludos y cuidate.
Tienes facebook, Instagram o algo más dónde seguirte?

luciaunarcoiris dijo...

Hey! Tengo IG: @luciaunarcoiris