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30.9.20

Despegar

1. 

No sé cuántos días han pasado. La monotonía, blanca y limpia, llegó a mi vida.  No es tan mala. Al fin y al cabo, han detenido, como un tren nunca lo haría, los cambios externos, el día ajetreado, el micro lleno. Aquí, encerrada, el tiempo tiene brazos largos, o quizás no existe y yo lo invento. Aquí, sueño y vuelo, con los ojos cerrados y abiertos. Con los ojos cerrados, vuelvo a la Tierra y todo es caos, tristeza. Con los ojos abiertos, hago alcanzar la comida y todos los días es un reto. Al anochecer, caen silencios en el piso de la nave, ellos agradecen siempre y retiran la batería alcalina de mis rodillas.


2.

Se pierde el miedo, al menos por pocos segundos. Se voltea la cabeza lentamente a la derecha, el brazo es una extensión, efectivamente. Se estira, va por encimita del agua. No hay nadie ya a quien temer. Nadie que se proponga ahogarme. Pero igual volteo a ver. El recuerdo intacto de descansar en el mar. Las luces bajitas del cuarto. La sábana reemplaza al océano. El cohete despegando desde la orilla. Por fin me recuesto a su lado y mis manos ya han cantado.


3

Soy la energía del rap en el desayuno. Ya decía la furia y la alegría. Ya decían Faulkner y Shakespeare el sonido y la furia, tal vez. Soy la inmovilidad, pero la explosión y el desorden, también. Soy tanto en un metro sesenta. No alcanzo a nombrarme. Soy contradicción con explicación. Una dedicatoria en un viejo libro. Un cuento o dos de otro aún no escrito. Una anécdota de cerveza y llantos, de derrotas y cosas interesantes escritas en una revista extranjera. Soy desempolvar un librito antiguo y oh, encontrar y empezar a nombrar.


4.

Todo lo que sigue

hay tanto que sigue.


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