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28.1.10

su-per-po-ner



Alicia estaba sentada junto a personas conocidas y desconocidas.


La combi llena y el semáforo en rojo.

El sol quemaba y las ventanas abiertas.

La bulla de las bocinas era fea. Aturdía.

Pero aún habían ganas de sol, de calor y de salir con polos de manga corta.

Alicia estaba sentada.

Hablaba y su ventana abierta.


Un hombre caminando por la pista, en medio de los demás carros.


Se estacionó al lado de la combi, y metió su brazo por la ventana de Alicia.

De Alicia disfrutando del sol.

La sujetó del cuello, a Alicia.

A Alicia aturdida por las bocinas.

Mostró el arma: un cuchillo más grande y filudo que los que había visto en su cocina, ella, Alicia.

Ella, Alicia, que dejaba de disfrutar del sol y empezaba a hacerlo de los gestos (últimos) de los de la combi; que ya no estaba aturida por las bocinas y empezaba a estarlo de los silencios de esos gestos.


La cabeza rodó dentro de la combi.

Y ya no había una visión desde Alicia.

Por eso que fin.

Chau Alicia.

No "Chau Alicia".

Chau dice Alicia.

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