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14.8.09

Oficina postal.

Ya me cansé de tirar dedo. Entonces heme aquí, en el correo. La puerta se abre y cierra. Los motores de los carros se prenden y apagan. La gente recoge sus cartas y yo sentada en el suelo frío, esperando el bus que deberá pasar en la pista de nuevo fría. Pero era hora de estar sola. De ni siquiera pensar; mejor, de mirar y disfrutar. De elección de recuerdos, no de dejarme comer por ellos. Y aquí: de elección de acción, o en palabra grave, de vida. De poder detenerme en la acera y decir esto yo lo elegí. De rendir cuentas, pero sólo las bancarias. De estirarme en la cama y no sentirme avergonzada de mis semanas. De poder seguir nada.

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